Las brujas de San Petesburgo

Título: Las brujas de San Petersburgo

Autora: Imogen Edwards-Jones

Páginas: 432

Editorial: Ediciones B

Militza y Stana, hijas del empobrecido rey de Montenegro, se ven forzadas a casarse con dos miembros de la aristocracia rusa para que su padre pueda recuperar parte de su poder.

La vida, a pesar del esplendor de la corte del zar Nicolás, no es fácil. Una de ellas, Militza, parece tener poderes ocultos y siente fascinación por todo lo que tenga que ver con la magia y el espiritismo. Ante una influenciable zarina Alexandra, que haría cualquier cosa para darle al país el heredero que está esperando, despliegan su relación con el más allá, y entre sesiones de espiritismo, pócimas engañosas y coqueteos con la magia negra, logran hacerse con un gran poder en la corte.

Sin embargo, cuando den con Rasputín, precisamente en la búsqueda de un hombre con poder espiritual, descubrirán que quizás han ido demasiado lejos.

Este libro se publicó en 2018 pero hasta este momento no me había llamado la atención, estaba mirando en la estantería y el título me estaba diciendo: LÉEME. Y únicamente por tener en él la palabra 'brujas' decidí empezarlo.

Estamos ante una trama llena de magia e historia protagonizada por dos hermanas rusas de la familia Montenegro llamadas Anastasia (Stana) y Militza. Estas dos hermanas, tras el nombramiento de unos nuevos zares de Rusia, intentarán escalar puestos y posicionarse como personas influyentes en el país para darle a su padre las comodidades que pida y otorgarle a la familia Montenegro el estatus de poder que necesita. Pues aunque tengan poder, las hermanas son consideradas por todas las mujeres influyentes unas campesinas que huelen a cabra, como no para de repetir la señora Yusúpova. Como vamos viendo al principio de la novela, las hermanas llegan a tener un contacto directo con la zarina y el zar, llegando a convertirse en amigas y confidentes de esta primera tras unas sesiones algo curiosas de magia negra. La historia va a transcurrir entre los años 1889 y 1911. El primer capítulo es algo desconcertante porque es una escena de este último año y, claro está, no conocemos a los personajes aún. Sin embargo, esta escena no hace sino aumentar tus ganas de descubrir cuándo y cómo se llega a ese punto tan frenético.

Los personajes son bastante buenos, tienen una forma de ser bastante característica, con una historia propia. Hay de todo, desde condesas vanidosas con aires de superioridad que acabas odiando hasta hombres a los que terminas cogiendo cariño. Aunque he de decir que hay más personajes que odiar, pues se muestran los aspectos más horribles de las personas que se mueven en las altas esferas, su afán por obtener más poder aún y su condescendencia te hace desear que Militza y Stana hagan un conjuro que los mande al infierno directamente. Estas muchachas os aseguro que han pasado por muchas cosas antes de llegar a ser mínimamente influyentes y tras serlo también.

Por último (o casi), comentar que repentinamente la historia se tornó más sexual (muy al final), pues aparece un personaje que incita al deseo (aunque se le describe como una persona asquerosa), algo de lo más curioso y a priori contraditorio. Es sucio, borracho y arrogante pero desprende un 'algo' que hace que hasta la propia protagonista termine deseándole constantemente. Esto da lugar a unas pocas escenas eróticas que, sinceramente, agradezco que no fueran más abundantes a lo largo de la trama.

Lo mejor de la novela es que está llena de historias muy reales. Las 'Princesas Negras' (llamadas así por el color de sus ojos), como nos explica en los agradecimientos la autora, existieron de verdad y su historia llegó a sus oídos a través de la boca de un amigo suyo al que le fascinaban por todo el misterio que escondían. Solo por todo el trabajo de documentación que ha hecho Imogen merece ser leída la historia, para aprender a la vez que disfrutar.